martes, 29 de abril de 2014

Los ojos de Farias se abren a la eternidad

Su muerte ha roto el abrir y cerrar de ojos que le caracterizaba. Jurista, catedrático y exdecano de la Facultad de Ciencias de la Información siempre abogó por la defensa de la empresa informativa y de las libertades. El Departamento de Periodismo IV, del que fue director, hoy llora la ausencia del maestro Pedro Farias, que deja una trayectoria marcada por una fuerte vocación.

Tras sus pupilas, que se cerraron definitivamente el pasado 22 de abril, se hacía sentir el calor, la tolerancia y la comprensión de un hombre dispuesto a hallar siempre la solución más justa. Le gustaba hacer suyos los problemas de los demás y demostraba a menudo cierta generosidad ante ellos.
Eso lo saben bien en el Departamento de Periodismo IV, aquel en el que ejerció como director desde abril de 1996 hasta 2002. Ellos no esperaron al momento de su muerte para mostrarle su gratitud, sino que con la publicación del libro homenaje “Reflexiones en torno a la Libertad de Empresa Informativa”, en el que participaron ilustres profesores de más de una veintena de universidades españolas, ya le mostraron su reconocimiento en el momento de su jubilación.
Manuel Sevillano, autor del epílogo del libro, y antiguo compañero de Farias, lo define como un hombre del renacimiento, con grandes conocimientos, y aficionado al debate. Pero sin lugar a dudas, lo que más destacan en el departamento que fue su casa es su fuerte vocación universitaria.
Doctor en Derecho, licenciado en Ciencias Políticas, Económicas y Comerciales y, además, diplomado en Sociología Política encontró en el periodismo el mayor objeto de su defensa.
Sus publicaciones así lo recalcan. Entre ellas, Sevillano destaca, tanto como por su contenido, como por la defensa de la libertad como pilar básico, el libro titulado “En torno a la libertad de empresa informativa”. Sin embargo no es el único. Otros tomos como Dialéctica moderna y Estado” o “Libertades Públicas e Información” han dejado constancia de la pluma del también humanista y poeta nacido en Vizcaya.
“Ellos, los que han muerto con una cámara en la mano, los que son víctimas del terrorismo, los que padecen persecución por su sinceridad contratada, son tu mejor espejo”, decía Farias en su “Carta a un joven periodista”.
Promovida por él, en 1997, se levantó una escultura en la entrada de la Facultad dedicado a quienes dieron su vida por defender las libertades informativas, monumento que hoy continúa en ese lugar frente a la fachada del emblemático edifico gris.
Si se contempla esta fachada y se abren los ojos se ven pasar de un lado hacia otro a estudiantes del mundo de la información, si se cierran y se puede dar paso a lo más profundo: “No eres un mensajero del cuarto poder. Eso no es sino una atinada metáfora de Burke. Eres mucho más, eres el soporte profesional del control social de los poderes”.
Aquellas clases del maestro, con aquel abrir y cerrar de ojos, reflejaban la realidad con el toque más profundo de ella.
Hoy, aquellos ojos se han cerrado para siempre. Pero en ellos queda la profundidad de su escuela, que seca sus lágrimas para poder contemplar la sabiduría que aquellos ojos han dejado abierta para la eternidad.  




lunes, 28 de abril de 2014

Antonio Dueñas: “Con este libro me parece haber encontrado el camino que quizás debiera de haber entendido hace años”

Podría parecer que Antonio Dueñas ha saltado al ruedo con la publicación de ‘Retórica y Creación’, un libro que representa años de investigación en este ámbito. Sin embargo al entrevistado difícilmente le verán en uno, puesto que los toros no es algo que vea ni desde la barrera. Con su traje, ‘no de luces’, pone luz a este tomo, con el que parece haber alumbrado el sendero que, según él, debiera haber emprendido hace años.

Infoactualidad: Presenta este libro aquí, en la Facultad, en la que lleva dedicado a la docencia desde el año 1986. Tras tantos años en esta casa, como profesor y actualmente impartiendo clase en uno de los máster, ¿Qué supone presentar aquí esta publicación?
Antonio Dueñas: Me alaga que se haga una presentación de este ámbito porque hay muchos tópicos y malentendidos con la retórica. De lo que trata el libro precisamente es de clarificar cuál es el origen y los postulados de la retórica, sus conexiones con la filosofía, con la ética, o con los sofistas, que tienen muy mala prensa y no debería ser así. En ese sentido, me alegra que a través de la Biblioteca y la Editorial Fragua se haga esta presentación y pueda llegar al mayor número de personas y alumnos. No espero tampoco que sea un best-seller.  

I.: Tras muchos años de dedicación a la investigación del mundo de la retórica se ha consagrado ’Retórica y Creación’, ¿Qué significa para usted, como investigador, la presentación de este ejemplar?
A.D.: El libro supone una investigación personal; a través de la lingüística y de la pragmática se trata de ir llegando a la retórica. Personalmente me parece haber encontrado el camino que quizás debiera de haber entendido hace muchos años. En segundo lugar, me gustaría que todos los que se acerquen a la lengua, a la crítica literaria, y a todos estos estudios humanísticos, tuvieran la posibilidad de tener una idea más clara de la que se debiera discutir, pero en ningún caso la ignorancia absoluta, que ha sido la tónica en los últimos 200 años sobre la retórica. La retórica no es lo superfluo, sino que es algo mucho más complejo que se ha ido desarrollando durante siglos.

I.: Teniendo en cuenta que la retórica serían los procedimientos y las técnicas de utilización del lenguaje, ¿se podría decir que para los alumnos de esta Facultad es más importante aún si cabe tener un conocimiento de  esta disciplina?
A.D.: Yo creo que sí, porque la tendencia en los últimos años ha sido la de que se adquieran competencias y destrezas; pero en la retórica lo que se hace desde el principio, desde Protágoras, es unir ese tipo de técnica, de saber manejar la lengua, con un planteamiento mucho más profundo de la lengua con el pensamiento. En ese sentido, la retórica lo que indica es que el camino del conocimiento lo empieza la lengua. No nos podemos limitar a formar alumnos en destrezas y habilidades. La Universidad debe ser otra cosa. Los griegos dicen que eso es la techné, pero luego está la Episteme. Cuando se relaciona la lengua con el pensamiento aparece ese camino.

I.: En este libro se hace un recorrido que comienza en la Grecia clásica, sigue por la Edad Media, y analiza el progreso en el mundo de la retórica. Pero el progreso no es siempre un avance. Hay una frase que se le atribuye en la que señala que la evolución no tiene que ser siempre para delante, y pone el ejemplo del pulpo, “que come y hace sus necesidades por el mismo agujero”.
A.D.: Es verdad que alguna vez lo dije hablando de la evolución biológica. Es muy curioso, porque la evolución del cerebro humano no es racional, no hay una línea evolutiva progresiva, sino que es una línea muy caótica e imperfecta. Decía la italiana y Premio Nobel de Medicina Levi-Montalcini, en su libro “Elogio de la Imperfección”, que el cerebro es como si en la base pones un coche de los años 30, encima uno de los años 60 y luego pones un coche actual. No hay un proyecto a largo plazo, sino que va hacia delante y hacia detrás. Eso hace que el ser humano tenga esta capacidad que no tienen otros animales. La cucaracha, por ejemplo, es así desde hace millones de año y no cambia.

I.: Para que se dé la retórica hay que tener en cuenta dos factores: la inventio, o creación de contenidos, y la dispositio, que sería la organización de esos contenidos. ¿Se desarrollan estos factores de forma acertada en la sociedad?
A.D.: Aunque no se expliquen detalladamente, en el proceso retórico están presentes en cierto modo. Cuando a un niño en el colegio se le dice que tiene que hacer una redacción sobre algo, le dices: “piensa y anota cosas que se te vayan ocurriendo y lo combinas luego de tal forma que se pueda escribir una cosa coherente”. El proceso retórico es eso. Lo que pasa es que existe ese prejuicio, que ya enunciaba, desde hace siglos y no se considera en su justa medida. En la edad media, por un proceso escolástico, se establecieron estas bases como si hubiese que seguir ese orden, pero no hay que seguir ese orden. No hay que seguir un orden, ese es el anquilosamiento típico de la edad media.

I.: ¿El conocimiento de las técnicas de la retórica ayuda a distinguir, por ejemplo, cuando hay manipulación mediática?
A.D: Claro. Aristóteles ya empezó a darse cuenta de que la retórica tenía mucha difusión y que había que estudiarla, y admite ciertas cosas. Después los sofistas, y más tarde Quintiliano y otros, dicen una cosa muy elemental y es que debe de haber un comienzo, una narración y un final. Entonces dicen: “¡ojo!”, ¿de qué se va a escribir? Es difícil empezar a decir algo sabiendo que hay mucha gente en contra. El comienzo trata justamente de contrarrestar la casi segura opinión contraria de un auditorio. Eso se aprende, eso es la tecné. Luego está en cómo cada uno lo elabore.

I.: ¿Qué supone el paso del mito al logos, a la palabra?
A.D.: La retórica aúna dos corrientes. Una es la época mítica, hasta Sócrates, que ahí ya había una serie de personajes, de hombres divinos. Estos brujos tenían una serie de capacidades, una de ellas era la de hablar de tal forma que se quedaban escuchando atónitos.  El prototipo de esto era Pitágoras. La retórica toma esta parte, que es la parte de la persuasión, dirigida al aspecto emocional. A ella se añade, más tarde, también la parte dialéctica, lógica, la del razonamiento.

I.: En el mundo clásico la Aletheia, el camino de la verdad, era el bien supremo; la doxa, la opinión, lo despreciable. En la actualidad la opinión pública se ha convertido en la reina de los mares de la sociedad, ¿Cómo afecta a la retórica que la opinión tenga tanto peso en la actualidad?
A.D.: Este problema se plantea ya con los sofistas, en concreto con  Protágoras y Sócrates. Se pasa de la Aletheia de Platón, la verdad absoluta, a cuando llega Protágoras, en el siglo V, a decir: “no tengo razones para negar la existencia de los dioses, pero tampoco para decir que existan”. Ahí se monta un cirio y le echan a Protágoras de Atenas. Empieza así ese concepto de Doxa. Eso debe ser analizado con dos conceptos: el de la ética personal y el de la moral pública. Esto es importantísimo porque  todas las opiniones son libres, pero no todas son respetables, porque chocan con los principios éticos que defendía Protágoras, como el de ‘bien común’. Se está imponiendo mucho en los medios el decir “es que es mi opinión”, pero no todas son respetables, como por ejemplo ir en contra de algo probado científicamente.

I.: ¿Está unida la retórica a la defensa de una opinión?
A.D.: La retórica está muy unida a la argumentación. Un discurso en el que se trata de convencer necesita de argumentos. Estos  se discuten, y luego podrás tener la razón o no. Sin embargo, a lo que asistimos es a aferrarse a lo que uno piensa: “yo tengo esto y no me convence nadie”.

I.: ¿Debe ser el diálogo el principal cauce de toda sociedad?

A.D.: Protágoras escribió Antilogías, que no conocemos, ya que le quemaron los libros por dudar de los dioses. Ahí trata de introducir su día-logos, es decir, discutir la posición del otro. Si tú me convences, yo encantado. Si alguien te convence no es una derrota es una victoria de la razón. 

domingo, 13 de abril de 2014

Un cartero del destino


Sus labios recitan poesía. Lo hacen, además, en el día del año dedicado a este género. Hoy comienza la primavera y Saturnino Martín Amigo siente que sus versos, a sus 93 años, nunca han dejado de florecer.
“Yo empecé a vivir muy pronto”, dice sentado en su casa, que no está en Troya, sino en el pequeño pueblo de Garciotum, aunque lo cierto es que una Elena no le falta en su vida. Pero antes de construir junto a ella su castillo de amor, nuestro personaje vivió en sus propias carnes el trabajo de una época en las que las cosas no eran fáciles.
Tenía tres años y ya acompañaba a su padre al campo agarrado a la espuerta que llevaban las caballerías. Pronto perdió el miedo. A los ocho años, tal y como recuerda ahora como anécdota, perdió las cabras que cuidaba, y eso que era su primer día con ellas. Sin embargo ello le valió para aprender que las cabras de noche no caminan y que siguiendo su rastro se puede llegar a ellas. Probablemente ello sea uno de esos tantos consejos de su padre que nunca ha borrado de su mente.
Y es que todo el conocimiento no está en la escuela, pues este amigo de sus amigos jamás la pisó. Pero hubo un hombre, Felipe Nombela, el maestro, que supo ver la inteligencia que guardaba en su aún pequeña cabeza. “Este hombre fue el que me dio a mí la vida”, dice con la vista en la pasado.
Saturnino iba aprendiendo de la vida y a la vez iba forjando unas ideas que le marcarían para el resto de los años. “Soy Socialista”, así se define. Sin embargo, para él el socialismo pasa por seguir los ideales de su fundador, Pablo Iglesias, y desde su libro “Vivencias inolvidables de un socialista toledano” hace una llamada a los herederos de estas ideas para comportarse así.
Los susurros del pasado se desplazan por su mente hasta el presente. Recuerda cada momento vivido como si desde entonces solo hubieran pasado unas horas. “¡La Guerra civil!”, pronuncia con su voz fuerte y bailarina, que aún conserva. Ese acontecimiento marcó el resto de su vida.
Y con ese aire de libertad con el que había soñado durante todo “El Franquismo” recibió la carta de la democracia. Los sobres empezaron a depositarse en las urnas con la fuerza de un país renovado. Y ese día, ese sobre que depositó Saturnino era distinto de todos los que había llevado anteriormente como trabajador de correos, pues representaba su derecho a decidir. Esos aires de libertad, impulsados por la nueva Constitución, le llevaron de nuevo a sacar su poesía y ensalzar en ella aquel artículo 20 de la carta suprema que recoge la libertad de expresión.
Capotazo tras capotazo llegó su jubilación. Y, con ella, se sienta cada tarde en el palco de su casa para ver la corrida que la “caja tonta” le hace llegar. Toros y poesía nunca faltan. Y si el poeta Federico García Lorca unió parte de su poesía a los toros, Saturnino ha demostrado que él no es menos. La muerte de “El Yiyo” partió más de un corazón. A él le dedicó una pieza de esas que sabe hacer. “Escribo siempre y he escrito de todos los sitios a los que he ido”, asegura acercando la mirada al frente con sus gafas de pasta.
Sus obras son cosas del destino, y forjadas con el corazón. La gloria y el infierno, para él, están en la tierra. Y es en ella donde espera ser cartero y recoger en cada sobre un pedacito de su vida por medio de su poesía.