jueves, 27 de octubre de 2011

Tierra Santa; el Jesús del presente.


Toda persona hace notar un sentimiento especial ante el lugar de donde provienen sus raíces. Es un sentimiento que manifiesta que a pesar de no haber pisado nunca ese lugar sientes que nada tuviese sentido si no existiese.
Así regresábamos de nuestra peregrinación a la Tierra de Cristo, es como si después de haber visitado los Santos Lugares nuestra fe haya sabido afianzarse al pisar la tierra que recorrió Nuestro Señor.
No han sido monumentos ejemplares ni tan siquiera alguna de las maravillas del mundo las que nos han hecho disfrutar de tan conocido pero a la vez misterioso lugar. Ha sido el silencio y el respeto lo que ha hecho trasladarnos en el tiempo 2000 años atrás para por un momento acercarnos a las huellas de nuestro señor.
¿Os imagináis por unos instantes tocar con la mano la piedra donde murió un ser querido? Serían muchas las imágenes que se nos vendrían a la cabeza sin ni tan siquiera saber mucho más que lo que otros nos han contado. Así me sentí yo cuando puse mi mano en la piedra donde fue crucificado nuestro señor. Una angustia me recorría el cuerpo y decenas de imágenes se me pasaron por la cabeza en cuestión de segundos, pude sentir el recuerdo de algo que ni tan siquiera he vivido.
¡Qué decir de la vía dolorosa! Por unos instantes parecía que era Cristo el que cargaba con la cruz y nosotros le acompañábamos en su calvario.
Parece que nuestra vida de cristianos tiene aún más sentido después de visitar los santos lugares.
Nuestra vida es una constante peregrinación, cada uno cargamos con nuestra cruz a diario, que ya bastante sacrificio nos supone como para convertirnos en Cirineos de cruces ajenas. Sin embargo hubo una vez un Nazareno que quiso cargar con una cruz más pesada, con una cruz que cualquiera de nosotros no hubiésemos podido. Jesús cargó con las cruces de la humanidad, con todos nuestros pecados, para buscar nuestra salvación.
Ese es el mensaje que Tierra Santa deja en la persona que la visita, “recuerda de dónde procedes”, “Alguien un día cargó con tus pecados”.
No debemos visitar Tierra Santa como algo que forma parte de nuestro pasado. Jesús sigue cargando con nuestras cruces. Cuando pasa un pobre a nuestro lado y se nos acerca para pedir una limosna, en él está Jesús; y nosotros, sin embargo, miramos para otro lado sin querer saber nada de él. Al igual que las personas crucificamos a Jesús en la cruz, cada día lo volvemos a repetir a diario. Mientras tanto nos empeñamos en buscar a un Jesús nazareno de hace 2000 años.
El Jesús de nuestros días sigue pasando por delante de nosotros con la cruz a cuestas y nosotros evitamos ser cirineos y le damos la espalda.
No debemos buscar en Tierra Santa al Jesús pasado, es necesario encontrar al Jesús del cada día, porque si no el viaje no tendrá ningún sentido.