miércoles, 21 de agosto de 2013

Una marca de humildad


Su rostro arrugado refleja las secuelas que 89 años de trabajo y esfuerzo han depositado en ella. Como si no hubiera pasado el tiempo, la mirada de esta mujer bayolera invita a adentrarse en el recuerdo de una vida de sacrificio y esfuerzo.
Esta historia tiene como protagonista un corazón fuerte y a la vez tierno que ha sabido afrontar las adversidades y sacar adelante su familia. Para ella eso ha sido lo más importante en la vida, aunque ni mucho menos fue un camino de rosas.
El dolor de perder un hijo para una madre supone cavar en vida su propia tumba. Eso lo sabe muy bien Paula Hernández, que lleva más de 20 años soportando la ausencia del ser querido. “Es el golpe más grande que he tenido en la vida”, afirma.
Sin embargo, siempre ha luchado por seguir adelante, por no dejarse caer y por encontrar la salida a las situaciones más difíciles. Así lo ha hecho desde que era niña. Y, aunque reconoce que no le gustaba estudiar en la escuela y las posibilidades tampoco eran muchas, trabajó desde muy joven para mantener su hogar.
La figura de su padre representó para ella un modelo a seguir. La bondad y el empeño de un hombre dedicado al trabajo marcaron en ella las cualidades que le han acompañado toda su vida. “Mi padre siempre quería que yo fuese con él allá donde iba”, recuerda “Tia Paula” echando la vista atrás y tratando de acercar al presente un pasado que los andamiajes de su vida han ido enterrando.
Su historia se ha entretejido con su valor personal y su entrega familiar. Siendo la segunda de cinco hermanos aprendió a desempeñar las labores de su hogar de la mano de su madre. También ella le enseñó a coser y a rezar. El sabor de las comidas de aquella buena mujer aún se siente en su recuerdo cuando hace memoria de aquel humilde hogar en el que creció.
Hoy su vida ha cambiado. Aquel hogar austero de trabajo y sacrificio se ha convertido en un espacio con un nivel distinto de vida y rodeado de nietos. De aquella chiquilla que celebró su comunión comiendo un huevo frito y que compró sus primeros zapatos a los 18 años, cuando ahorró algo de dinero trabajando en la localidad de Pantoja, ya solo quedan los recuerdos. Sin embargo, la humildad de aquel hogar aún permanece presente en el núcleo que ha formado junto a su marido Zoilo Catalán.
Porque sí, aquel chico joven que pretendió ser su novio en el baile de “Tio Silvestre” acabó convirtiéndose en su marido. Sus miradas se funden al recordar toda una vida de momentos felices, y también otros amargos. Paula probablemente no se equivocó al hacer caso a su padre cuando le dijo: “cásate con él, que los ‘catalanes’ son muy trabajadores”.
Juntos han luchado, trabajado y sacado adelante un hogar. Han gozado de los momentos felices y han llorando en las situaciones más tristes.
Sentados en la puerta de su casa despiden esta entrevista. Uno al lado del otro. Una mirada frente a la otra. Un corazón latiendo junto al otro. La sombra de un árbol les refugia del sol veraniego de las últimas horas del día. El jardín que les rodea y que cada día se preocupan de regar luce las flores que la primavera ha dejado a su paso. Su vida es igual que ese jardín que ellos mismos cultivan con su esfuerzo.

En la distancia, se puede contemplar a los dos ancianos. Ambos examinan la puerta de su hogar desde el exterior en el recuerdo de lo que ha sido, de lo que es. Él representa su vida, su unión, su amor. Sus rostros arrugados representan una vida que ha dejado una marca de humildad. 

1 comentario:

  1. Grande Felipe, muy grande. Desde el exilio te felicito de todo corazón; me ha encantado el artículo.

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