Su rostro arrugado
refleja las secuelas que 89 años de trabajo y esfuerzo han depositado en ella. Como
si no hubiera pasado el tiempo, la mirada de esta mujer bayolera invita a
adentrarse en el recuerdo de una vida de sacrificio y esfuerzo.
Esta historia tiene
como protagonista un corazón fuerte y a la vez tierno que ha sabido afrontar
las adversidades y sacar adelante su familia. Para ella eso ha sido lo más
importante en la vida, aunque ni mucho menos fue un camino de rosas.
El dolor de perder un
hijo para una madre supone cavar en vida su propia tumba. Eso lo sabe muy bien
Paula Hernández, que lleva más de 20 años soportando la ausencia del ser
querido. “Es el golpe más grande que he tenido en la vida”, afirma.
Sin embargo, siempre ha
luchado por seguir adelante, por no dejarse caer y por encontrar la salida a
las situaciones más difíciles. Así lo ha hecho desde que era niña. Y, aunque
reconoce que no le gustaba estudiar en la escuela y las posibilidades tampoco
eran muchas, trabajó desde muy joven para mantener su hogar.
La figura de su padre
representó para ella un modelo a seguir. La bondad y el empeño de un hombre
dedicado al trabajo marcaron en ella las cualidades que le han acompañado toda
su vida. “Mi padre siempre quería que yo fuese con él allá donde iba”, recuerda
“Tia Paula” echando la vista atrás y tratando de acercar al presente un pasado
que los andamiajes de su vida han ido enterrando.
Su historia se ha
entretejido con su valor personal y su entrega familiar. Siendo la segunda de
cinco hermanos aprendió a desempeñar las labores de su hogar de la mano de su
madre. También ella le enseñó a coser y a rezar. El sabor de las comidas de
aquella buena mujer aún se siente en su recuerdo cuando hace memoria de aquel
humilde hogar en el que creció.
Hoy su vida ha
cambiado. Aquel hogar austero de trabajo y sacrificio se ha convertido en un
espacio con un nivel distinto de vida y rodeado de nietos. De aquella chiquilla
que celebró su comunión comiendo un huevo frito y que compró sus primeros
zapatos a los 18 años, cuando ahorró algo de dinero trabajando en la localidad
de Pantoja, ya solo quedan los recuerdos. Sin embargo, la humildad de aquel
hogar aún permanece presente en el núcleo que ha formado junto a su marido
Zoilo Catalán.
Porque sí, aquel chico
joven que pretendió ser su novio en el baile de “Tio Silvestre” acabó
convirtiéndose en su marido. Sus miradas se funden al recordar toda una vida de
momentos felices, y también otros amargos. Paula probablemente no se equivocó
al hacer caso a su padre cuando le dijo: “cásate con él, que los ‘catalanes’
son muy trabajadores”.
Juntos han luchado,
trabajado y sacado adelante un hogar. Han gozado de los momentos felices y han
llorando en las situaciones más tristes.
Sentados en la puerta
de su casa despiden esta entrevista. Uno al lado del otro. Una mirada frente a
la otra. Un corazón latiendo junto al otro. La sombra de un árbol les refugia
del sol veraniego de las últimas horas del día. El jardín que les rodea y que
cada día se preocupan de regar luce las flores que la primavera ha dejado a su
paso. Su vida es igual que ese jardín que ellos mismos cultivan con su
esfuerzo.
En la distancia, se
puede contemplar a los dos ancianos. Ambos examinan la puerta de su hogar desde
el exterior en el recuerdo de lo que ha sido, de lo que es. Él representa su
vida, su unión, su amor. Sus rostros arrugados representan una vida que ha
dejado una marca de humildad.
Grande Felipe, muy grande. Desde el exilio te felicito de todo corazón; me ha encantado el artículo.
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