Como profesor dispuesto a impartir una clase más, con los
libros sobre su mesa, José Luis Martínez Albertos recibe a Infoactualidad en su
casa. El lugar elegido da la pista de la personalidad de este Catedrático
Emérito que puso en marcha el Departamento de Periodismo I de la Facultad de
Ciencias de la Información y que extendió además su teoría de los géneros
periodísticos por todo el mundo. En la conocida Ciudad de los Periodistas
de la capital española, donde vive actualmente, el profesor echa una vista atrás
para situarse en la que fue durante años su otra casa, algo así como el
paraíso, según lo define él mismo.
Infoactualidad: Cuando
se cumple casi una década desde que dejó el Departamento de Periodismo I de la
Facultad de Ciencias de la Información como Catedrático Emérito. ¿Cómo
recuerda, profesor, aquellos momentos en los que dejó la Universidad y el
Departamento que usted mismo había fundado?
Martínez Albertos: Fue
un trauma psicológico, aunque tampoco hay que dramatizar. En 1986 empezó a
funcionar oficialmente el Departamento, pero desde 1975 y 1976 ya venía
haciéndolo en parte. Cuando empieza la Facultad los únicos departamentos
reconocidos eran aquellos que provenían de las facultades que ya estaban en
funcionamiento. Todas las enseñanzas nuevas estaban sin ningún tipo de
reconocimiento. No obstante, nosotros nos agrupábamos ya. Por ello, aunque mi
duración como director del Departamento de forma oficial fue de 16 años, en
realidad fueron más. Fue duro dejarlo, porque toda mi vida universitaria en la
Complutense se había volcado en ese Departamento. Además fueron muchísimos años
de un contacto continuo y directo con gente con la que nos entendíamos muy
bien. Una de las características del Departamento, y esto no es mérito mío, es
que había un clima de una extraordinaria cordialidad, era una especie de
paraíso.
I.: Sabiendo de sus
dotes como nadador, un deporte que aún sigue practicando, ¿Tuvo que dominar
mucho los virajes de sus brazadas para poner ese proyecto en marcha?
M.A.: No, aquello
vino dado por el mismo curso legal de los acontecimientos. Las Facultades de
Ciencias de la Información comienzan a funcionar en el curso 1971/72,
apoyándose en una Ley General de Educación de 1970. No obstante, después hubo
que estar esperando a que las leyes llegaran una detrás de otras. Por ejemplo,
el Real Decreto de Departamentos Universitarios, que reestructuró todas las
facultades. A partir de ahí tuvimos un reconocimiento pleno y conseguimos que
estuviera representado en la Junta de Gobierno de la Complutense. Para
entonces, ya habíamos alcanzado ya una madurez académico-burocrática.
I.: ¿Qué diferencias
existían entre los comienzos de esta Facultad con la vivida cuando usted se
jubiló?
M.A.: Era
radicalmente distinta. Los últimos años en los que impartía las clases en el
Máster, como Catedrático Emérito, coincidieron con la preparación y aplicación
de Bolonia. Sin embargo yo no llegué a participar en esos cambios. Empezaba a
fraguarse un concepto de universidad diferente a lo que nosotros empezamos en
el 71. Una época en la que la universidad estaba asentada en el principio de la
clase magistral, en la que la interrelación era más bien pequeña, incluso entre
los propios departamentos.
I.: Dice que el panorama
era muy distinto, pero hay cosas de aquel entonces que se han mantenido, como
su amistad con aquellos compañeros del Departamento como la profesora Luisa
Santamaría, el profesor Ángel Benito y muchos otros…
M.A.: Acabas de citar
los nombres de unas personas que nos conocemos desde la Escuela Oficial de
Periodismo, de 1955-1958. Allí coincidimos. También con el profesor José Julio
Perlado, aunque no era del mismo curso, y Luis Núñez Ladeveze, entre otros. Fue
una promoción realmente buena.
I.: No era fácil el acceso
a la Escuela de Periodismo…
M.A.: Se entraba
mediante un examen previo, como una especie de oposición. Nosotros entramos 60
en mi promoción y había entre 400 y 500 solicitudes. Había que hacer un test de
actualidad, pero además entregar una memoria autobiográfica propia. La mía la
escribí en Mallorca, que soy medio mallorquín, mis padres vivían allí. Al mismo
tiempo estaba haciendo las prácticas de oficial del Ejército como alférez de
Complemento. Recuerdo que escribí la memoria haciendo las prácticas. El que era
director de la escuela de Periodismo, que fue durante muchos años director
general de prensa, Juan Aparicio, leía las materias y sometía a los aspirantes
a un examen muy profundo.
I.: Venía además de
estudiar otra carrera, ¿Qué encontró allí que no había encontrado hasta ese
momento en su vida?
M.A.: Yo venía de
haber terminado Derecho. Pero lo había hecho de una forma un tanto rara. Hice
dos años de alumno libre y tres años de alumno oficial, en Barcelona y
Valencia. Eso de ir cambiando no me permitió hacer mucho contacto con la gente.
Frente a esto, me encontré en Madrid un bloque de alumnos muy volcados hacia
fuera y muy vocacionalmente volcados hacia la literatura. En aquella época,
muchos que hacían periodismo eran novelistas fracasados, que pensaban en el
periodismo como un instrumento para alimentarse mientras hacían otras tareas.
Había además muchos sacerdotes. El conjunto humano fue muy valioso. Yo hice
allí muchos amigos. Encontré amigos como Ángel Benito, María Luisa Santamaría…
Y muchos otros. Era, además, un contraste entre relaciones frías y académicas a
un tipo de relaciones cordiales. La Escuela Oficial de Periodismo era muy
irregular, desde el punto de vista académico. Había muy buenos profesores, pero
otros no tanto.
M.A.: Sí, mucha.
I.: ¿Cree que todavía le
falta ganar más seriedad?
M.A.: Probablemente
sí, porque nunca se alcanza esa seriedad del todo. Fue uno de los empeños que
tuvimos los que pusimos en marcha las facultades. Algunos de los profesores que
había entonces estaban por razones de enchufe político, ya que la Escuela de
Periodismo provenía del Ministerio de Información y Turismo. Pero también hay
que destacar que había grandes profesores como, por ejemplo, el economista José
Luís Sampedro.
I.: Comentaba que era
medio mallorquín, pero usted nació en Vigo y su familia proviene de Almansa
(Albacete), ¿Qué recuerdos guarda de su infancia?
M.A.: Yo me fui con
ocho años de Vigo. Llegué a Mallorca con mis hermanos y mis padres. Allí
estudié bachillerato. Tengo muy buenos amigos allí. Eran los años de la
postguerra, aunque en Mallorca las escaseces fueron menores que en España,
porque es una zona muy autosufiente. Estuve estudiando en un colegio que
llevaban los padres franciscanos de Inca, que se portaron conmigo de maravilla
y guardo muy buenos recuerdos.
I.: ¿Era allí ya un
obsesionado de la lectura?
M.A.: Obsesionado no
es la palabra, más bien interesado. Yo recuerdo que me leí el libro “Lo que el
Tiempo se llevó”, un libro que muy poca gente se ha leído al pié de la letra,
en unas vacaciones, un año que tuve que hacer un descanso por enfermedad.
Nosotros vivíamos en un chalecito a las afueras de Inca, que tenía zonas de
jardín. Allí me leí el libro. Y allí en Mallorca comencé a dar mis pinitos como
periodista. Se fundó un semanario en Inca, que se llamaba “Ciudad”, y allí nos
reclutaron a unos cuantos. Luego ya conecté con un gran amigo mío, Pablo de
Irazazábal, que estaba trabajando aquí en Madrid ya, en la Actualidad
Española, que me dijo que podían tener un sitio para mí.
I.: Usted piensa que la
escritura se debe desarrollar antes de los 14 años…
M.A.: Yo soy de la
teoría de que quien a los 14 años no ha sido capaz de asimilar lo que podemos
llamar las reglas de juego de la escritura es muy difícil que lo haga en el
resto de su vida. Hasta los 14 años se va modelando el estilo; el concepto de
la sintaxis, los signos de la puntuación, o lo haces antes de los 14 años o es
muy difícil. Llegaba gente a la facultad que no sabía escribir.
I. No sabían escribir…
M.A.: En la Facultad
tuvimos unos años que entraba gente con unas escrituras horrorosas. Eso se
debía a que se permitía el acceso a todo el mundo. Fue una política de las
autoridades académicas de la Complutense, instigada por el Ministerio, de no
poner límites a la gente que quisiera venir, con el objetivo de que la Facultad
tuviera resonancia y repercusión política y académica. Recuerdo una chica a la
que suspendí, que tenía incluso faltas de ortografía, y vino a protestarme por
la calificación. Ella me dijo que la ortografía y la escritura son “tics”
burgueses que había que superar. Yo me encontré mucha gente, no sé si por
razones ideológicas, que tenían muy malos conocimientos. En cambio, en las
escuelas de periodismo no se daba ese caso, la gente era más madura desde el
punto de vista humano. Luego después, cuando pusieron los criterios de
selectividad y la nota de corte, se notó muchísimo, porque automáticamente
desaparecieron las faltas de ortografía. Pero la gente seguía escribiendo mal.
Como decía Umbral: “la ortografía es un mecanismo de ordenador, pero la
sintaxis es el arte de la construcción de la frase”.
I.: ¿Qué es para usted el
periodismo?
M.A.: Yo me encuentro
muy desengañado ya sobre el periodismo actual, porque es una cosa distinta de
la que yo viví. Yo sigo aferrado a ideas que deben ser obsoletas, viejas,
pasadas de moda. Felipe González decía que los ex presidentes eran como
jarrones chinos, que no se sabe qué hacer con ellos. Yo creo que el periodismo
es el arte de decir a la gente lo que ocurre a la gente. Lo básico del
periodismo está en la información, pero el periodismo tiene dos bases: la
información y el comentario. Para que exista el comentario debe haber primero
una información suficiente. Yo siempre he estado en contra de identificar periodismo
y literatura. El periodismo es una función política. A través del periodismo se
cumple el objetivo de informar al ciudadano, la literatura sirve para
entretener. El periodismo es esa actividad sociocultural que sirve para atender
una de las exigencias de los ciudadanos en una determinada comunidad. Para mi
básicamente el periodismo está basado en una teoría de los géneros
periodísticos. A través del respeto de los géneros periodísticos estamos
haciendo el juego limpio con los ciudadanos. Yo creo que actualmente ese
respeto por los géneros periodísticos se ha perdido y lo que se hace es un
engaño.
I.: El nacimiento de los
periódicos se produce por la unión de la actualidad y la periodicidad. El Daily
Courant se considera el primer diario, nacido en Inglaterra a comienzos del
XVIII. Pero nos encontramos con que la periodicidad se ha roto en Internet en
muchos casos y se ha implantado la inmediatez. ¿Se quedaría ambiguo el término
periodicidad?
M.A.: Te estás
refiriendo con ello a lo que decía Dovifat; a los conceptos de periodicidad,
actualidad y máxima difusión. Cuando establece esos tres elementos está
hablando de un modelo de periódico de la primera mitad del siglo XX. Si todo lo
que suponen las nuevas técnicas es que el concepto de periodicidad de ha ido al
cuerno no me preocupa demasiado. La instantaneidad, en cualquier caso es
relativa, porque se guarda una cierta periodicidad. Para mi uno de los
elementos básicos que diferencia el periodismo de antes y de hoy es el de
máxima difusión. La actualidad es igual, aunque ahora es todo mucho más
inminente. Eso hace que muchos mensajes sean concebidos para que los reciba
mucha gente heterogénea. El concepto de máxima difusión hace que el periodismo
sea un elemento básico para la cultura de masas porque son mensajes concebidos
para que los reciba mucha gente heterogénea. Eso se puede entender como el
periodismo constructor de una mentalidad liberal. El periodismo ha contribuido
muchísimo en la conformación de lo que son los mitos liberales. Buena parte de ese
apoyo está basado en que el público es masivo. El público actualmente no tiene
por qué ser masivo, sino que puede ser más individualizado, a grupos más
reducidos. Eso que es ya una realidad con el tiempo se puede extender y hacer
más individualizada la comunicación.
I.: ¿Se considera un
referente para el periodismo? (Sabiendo que sus libros se estudian
prácticamente en todas las universidades de habla hispana).
M.A.: Me encuentro
muy orgulloso del libro “Curso General de Redacción Periodística”, que es una
edición del año 93, que sigue reeditándose y vendiéndose en España y América.
Yo creo que esa ha sido mi aportación al mundo a través de la teoría de la
comunicación periodística; la elaboración de un corpus que permite entender
cómo son o cómo eran los géneros periodístico , en qué consiste el lenguaje
periodístico, cuáles son las diferentes modalidades de lenguaje periodístico y
cómo teóricamente debieran elaborarse los géneros periodísticos. Yo creo que
esa ha sido mi aportación, y en ese sentido creo que me siento satisfecho
porque digamos que he dejado una escuela, hay mucha gente que sigue esa línea
no solamente en España, sino también fuera. Al mismo tiempo tengo que hacer un
acto de fe, y es que esta idea me vino dada por el que fue para mí un gran
maestro intelectual, que fue el profesor Antonio Fontán. En una ocasión estando
en Pamplona me sugirió la idea de que yo desarrollara y trabajara la teoría de
los géneros periodísticos. Él me la esbozó. En un acto de reconocimiento digo
que si yo empecé a trabajar en esa línea fue porque él me lo sugirió.
I.: Si tuviera que resumir
su vida en una frase…
M.A.: Fui amigo de
mis amigos, aunque en ocasiones me haya podido equivocar al tomar decisiones
que les afectaran.
I.A.: Amigo, amistad…
M.A.: En concreto
estoy pensando en mi gente del Departamento de Periodismo I de la Facultad. Y
concretamente en un profesor acerca del cual tuve que tomar una decisión que me
dolió mucho y que a él también le dolió, y que creo que me equivoqué… Y que
sigue siendo mi amigo a pesar de todo.
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