Al calor de la hemeroteca de la Facultad de
Ciencias de la Información, y en una tarde fría de invierno, María Luisa
Santamaría, catedrática de Periodismo y doctora en Ciencias Políticas, recuerda
los mejores momentos de su paso por la Facultad que fue su casa y que sigue
considerando una parte muy importante de su vida.
A la alegría que siempre le acompaña al llegar a este lugar, se ha
sumado en esta ocasión la presencia del también catedrático emérito de esta
casa, José Luís Martínez Albertos. Dos motores importantes del Periodismo y un
lugar que, entre los múltiples ejemplares que guarda, crea el ambiente idóneo
para conducir a la invitada al pasado, a los más de 30 años en los que ejerció
la docencia en esta Facultad. Especial es su vinculación al Departamento de
Periodismo I, aquel que Santamaría despidió entre lágrimas, tras haber sido
directora del mismo, y tras haber forjado entorno a él, lo que ella misma
considera “una gran familia”. Hoy se siente feliz al ver a su hijo, Pedro
Paniagua, ocupando el lugar que la hizo tan feliz.
- ¿Cómo se siente hoy aquí?
- Me siento como en mi propia
casa. Hay un clima maravilloso, porque en la calle hace un frío espantoso, y
aquí se está en un clima de calor y en ambiente de amistad.
- Al estar en este lugar, rodeada de libros, ¿Qué se le viene a
la mente?
- Yo he escrito varios libros, pero hay uno que
parece ser que ha tenido más éxito y que lo escribí precisamente con una
compañera. Se publicó en Argentina, pero luego ha dado la vuelta a todos los
países. Es un libro del que se habla en las tesis doctorales y las oposiciones,
lo cual a mi me llena de orgullo.
- Se refiere a La opinión Periodística.
Argumentos y Géneros para la Persuasión, que escribió junto a la profesora María Jesús Casals, hacia la
que guarda gran admiración…
- Admiración y cariño. De ella puedo decir de
todo. Cuando me despido de ella noto como un desgarro porque es una persona muy
cercana. Recuerdo lo que dije en su tribunal de cátedra: “será una gran figura
en varios estadios”. Me atrevería a decir que llegará a ser académica, porque
es una estudiosa y una mujer que tiene una fuerza de voluntad como yo no he
conocido a nadie.
- Sin duda ella es uno de los grandes recuerdos de su paso por
esta Facultad. Allá por 1977 llegó por primera vez a este lugar. ¿Cómo fue su primer
día como docente?
- Vine precisamente con mi hijo Pedro, el que
hoy es director del Departamento, porque tenía que dar una clase y me daba
miedo. Le dije: “vente conmigo y me dices por señas si voy bien o mal”. El
primer día me puse muy nerviosa, pero el segundo ya fue como si hubiera estado
toda la vida. Los alumnos, y la Facultad de Ciencias de la Información, tienen
expresión de alegría en la cara. Es una Facultad alegre, donde la gente saluda
con alegría y en la que se hace amistad con el profesor. Yo tengo muchos
alumnos con los que todavía mantengo la amistad desde que les di clase.
- Sin embargo, dejar la Facultad le costó alguna que otra lágrima…
- Llevaba unos lagrimones enormes. La separación
de la Facultad fue un drama terrible, es una de las cosas más dolorosas que me
han pasado en la vida. Yo a la Facultad la echo de menos todos los días y hay
veces que sueño que estoy en la Facultad.
- ¿Cómo son esos sueños?
- Alegres. Tengo alumnos que se han situado muy
bien. Cada vez que veo a uno de ellos en televisión me entra una alegría
enorme. Sueño con ello. Por ejemplo, Isabel San Sebastián o Vicente Clavero
fueron mis alumnos. Les veo con mucho cariño y como si no hubiera pasado el
tiempo.
- Cuando se entra en el departamento de Periodismo I y se
pregunta por usted la gente responde que era como una madre… ¿Qué destacaría de
su paso por él?
- No hemos tenido ningún problema nunca,
quitando algún rocecillo. Era un desear agradarnos. Todo el mundo en la
Facultad conoce la unión de nuestro departamento, la unión entre profesores, y
todos quieren venirse a nuestro departamento, por la fama que tiene.
- Hija de inspector de Policía y
de ama de casa, ¿por qué quiso ser periodista?
- Mi padre era un hombre muy particular. Tuvo
unos éxitos mundiales enormes; descubrió las huellas con guantes. Estábamos
acostumbrados a tener un padre muy honorífico. Al principio, a mí me gustaban
las matemáticas. Pero cuando empecé con ellas, me parecían demasiado duras para
mí. Entonces hice amistad con un grupo de periodistas, entre los que se
encontraba Carlos Luís Álvarez, fallecido hace poco, que fue el que me
convenció. Él me decía: “en la escuela de Periodismo te enseñan a escribir, que
es lo que a ti te gusta”. Así que me metí en la Escuela de Periodismo y aprobé,
que fue para mí como un milagro, porque entrar era dificilísimo en aquellos
momentos.
- Su marido también era periodista…
- Era periodista y abogado, jurídico del aire.
Tenía una gran afición a la investigación, y me la pegó a mí. Entre los dos
escribimos unos libros de pensamiento del siglo XIX, que tuvieron mucho éxito.
Mi marido murió a los 36 años, y a esas edad un intelectual no está
suficientemente formado. Sin embargo, nos dio tiempo a escribir tres libros. El
último de ellos lo hice yo y fue mi tesis doctoral.
- ¿Qué supone ver a su propio hijo en el mismo cargo, de director
de Departamento, que usted ocupó?
- Mi hijo Pedro es un genio, como su padre. Tiene
una inteligencia muy superior a lo normal, lo supe desde que era un niño
pequeño. Llegará también donde tenga que llegar. Este año ya le han publicado
un libro de pensamiento en Méjico que se ha vendido muchísimo. Es un gran
escritor y tiene la misma pluma que su padre, del cual dijo Paco Umbral en su
esquela: “era la mejor pluma de nuestra generación”.
- ¿Qué pudo ver su hijo que le llamara la atención a seguir su
ejemplo?
- Yo creo que este niño nació con ganas de
escribir. Tenía cuatro o cinco años y escribía cuentos. A mí me llamaba la
atención, porque su afán era escribir; afán con el que sigue ahora. Se levanta
a las cinco de la mañana para escribir. Por eso no me extraña que tenga el
puesto que tiene, como tampoco me extrañaría que llegara a tener un puesto
importante dentro de la universidad, por su gran pluma.
- ¿Cree que le pudo servir usted de referente?
- Quizás sí. Yo desde pequeños les hablaba de su
padre y les leía los cuentos de Rabindranath Tagore y Juan Ramón Jiménez. Desde
muy pequeños tomaron la costumbre de leer. Mis tres hijos son grandes lectores
y, estaría feo que lo diga pero, son unos chicos muy cultos.
- A pesar de hacerse cargo de sus hijos, no dejó de estudiar y
llegó a ser una de las primeras mujeres en obtener el Doctorado en Ciencias
Políticas…
- Sí fui de las primeras en obtener este
doctorado. Además, yo llegué a la Facultad de Políticas en un momento en el que
estaban todos los discípulos de Ortega y Gasset y era una maravilla. Las clases
de la Facultad para mí eran una antesala del cielo. Sentarme allí y oír a
Paulino Garagorri, a Maraball… Pasaba allí dos o tres horas encantada y
maravillada. Cuando terminé políticas me pasó lo que con esta Facultad, se me
acabó el mundo.
- ¿Y entre tantas cosas tenía tiempo de leer a Proust, Julián
Marías, o la filosofía de Aristóteles, Platón?
- Yo era de las que se levantaba a las cinco de
la mañana, como mi hijo, y me ponía a leer. Tenía dos o tres horas de lectura;
¡no digamos nada de cuando la tesis o las oposiciones! Fue una época muy
agradable cuando hice las oposiciones. Conocí a todos los escritores franceses,
que hice amistad con muchos y que aún perdura.
- Si tuviera que quedarse con un libro, ¿cuál sería?
- En busca del tiempo perdido, cada dos o tres años lo vuelvo a leer. Lo leo, lo releo y me
deleito, porque no he leído nada igual. Además es un ensayo, que es lo que más
me gusta. Casi todo el romanticismo francés me vuelve loca.
- Con esa ilusión de niño, que sea cual sea la edad se puede
sacar, y ya que los Reyes Magos están a la vuelta de la esquina, ¿qué regalo
les pediría para el periodismo?
- Pido para la Facultad que mejore, que ha sido
mucho el esfuerzo de los primeros. Que sigan los demás profesores esforzándose
y llegue a ser la mejor Facultad de Periodismo que hay en España, que yo
creo que lo es, pero que mejore más todavía.